«La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan”. Son las palabras de Robert Schuman en su declaración del 9 de mayo de 1950. Ahora, 70 años después, en plena emergencia por el COVID-19 resuenan con más fuerza que nunca. Es el momento de la Unión Europea para volver a demostrarlo.
En estos momentos tan difíciles para Europa y para el mundo, inmerso en un confinamiento planetario con cerca de 40.000 víctimas mortales, queremos transmitir nuestra solidaridad con todas aquellas personas que están sufriendo a causa del COVID-19 y a los familiares de los fallecidos, que con gran dolor no pueden darles un último adiós. Queremos destacar la inmensa labor del personal sanitario, que está trabajando con todas sus fuerzas en hospitales saturados con medios limitados. Y queremos recordar la urgente necesidad de protección de las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad: mayores, migrantes, refugiados, mujeres víctimas de violencia de género, personas sin hogar, desempleadas y un largo etcétera. Todas ellas son las personas que dan sentido a la labor que realizamos, y por ello reclamamos los recursos que necesitan.
En la peor crisis sanitaria, económica y social de la Unión Europea desde su fundación, la Unión en bloque debe actuar de forma urgente para dar una respuesta conjunta acorde a una emergencia global nunca vista en la historia moderna. El momento es ahora, no puede esperar más. La UE tiene que dar sentido a su existencia misma como proyecto común con solidaridad y generosidad, poniendo a las personas en el centro de las políticas. No hay diferencias entre norte y sur, este y oeste: todos somos víctimas de esta gravísima crisis.
En una Unión Europea que aún no se había recuperado por completo de los devastadores efectos para la ciudadanía de la crisis de 2008, la fractura social y política que puede provocar la crisis del COVID-19 supondría el final del proyecto europeo tal como lo conocemos si no se toman todas las medidas necesarias para blindar la Europa Social y el Estado de bienestar. La UE debe garantizar el apoyo económico necesario para proteger a la ciudadanía y los Estados miembros así deben exigirlo.
“Las personas primero” debe ser el único mantra de cada decisión y política que se lleve a cabo, ahora durante la crisis, e igualmente cuando esta finalice. Las personas son las que conforman cada Estado miembro, las que conforman la Unión Europea, y la Europa Social debe ser social con más fuerza que nunca. De no ser así, las crisis de reputación y confianza de la UE pueden ser irreversibles.
Es el momento de no dejar a nadie atrás. La protección social de toda la ciudadanía, y especialmente de aquellas personas golpeadas directamente por esta crisis, debe ser la prioridad durante y tras la emergencia. Nos encontramos, además, en la paradoja de que el sistema está dependiendo de aquellas profesiones maltratadas por el propio sistema, relegadas a salarios y condiciones de extrema precariedad.
Es el momento de garantizar la dignidad humana y los Derechos Humanos, valores fundacionales de la Unión, para toda la ciudadanía sin excepción. ¿Qué sucederá con los campos de refugiados en la UE y fuera de ella? ¿Con la asistencia a personas migrantes en situación irregular? ¿Con las víctimas de trata? ¿Con las personas que ya se encontraban en situación de exclusión social? Esta crisis golpeará con doble dureza a todas aquellas personas en situación de vulnerabilidad social.
Necesitamos una gobernanza responsable que aplique con urgencia el principio de solidaridad de la UE que da sentido al proyecto europeo. Salvar vidas y sociedades es la máxima prioridad. Replantearnos la UE que vendrá después empieza en este momento, dependerá de la respuesta de emergencia común que se tome ahora. La cooperación, el multilateralismo y la Gobernanza global son y han de ser las únicas vías.